Cartilla Municipal de Taxi

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Historias del taxi en Inglaterra

Cortina de humo en el taxi

Mi escuela es bastante inaccesible para el transporte público, por lo que han contratado a una empresa de taxis que nos lleva, compartiendo el taxi entre varios alumnos. Nuestro taxista es bueno, pero también es un gran fumador. Obviamente, no se le permite fumar estando nosotros en el auto, pero a menudo intenta saltarse esta regla. La consecuencia lógica, es que todo está lleno de humo cuando llega a recogerme, al comienzo de su ruta.

Subo al auto, inmediatamente huelo el humo y abro la ventana. A continuación con algunas variaciones, se desarrolla la siguiente conversación:

Conductor: “No hace tanto calor. No necesitamos abrir la ventana”.

Yo: “Hay humo por todas partes. Lo estoy dejando salir”.

Conductor: “En un minuto te acostumbrarás al olor. Deja la ventana tranquila”.

Yo: “No es el olor lo que me preocupa, es la docena de tipos de toxinas diferentes”.

Conductor: “Vive un poco, a tu edad se supone que debes experimentar con estas cosas”.

Yo: “Eso es precisamente lo que quiero: vivir. No quiero convertirme en un fumador pasivo”.

En una ocasión, intentó bloquear las ventanas.

Yo: “Debes abrir las ventanas”.

Conductor: “Estoy harto de que dejes entrar todo el aire frío, así que bloquearé las ventanas a partir de ahora”.

Yo: “Si no desbloqueas las ventanas, diré en la escuela y a tu jefe lo que estás haciendo”.

Conductor: “¡Vale!” (Abre la ventana).

Si el viaje se retrasaba por el tráfico, solía asomarse por la ventana para echar una calada rápida. En serio, ¿no podía simplemente aguantar su vicio durante una hora?

Cartilla de taxi

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Cuidado con el billete que entregas al taxista

En Glasgow (Escocia), tomo un taxi hasta la estación. Durante el trayecto, el conductor se muestra perfectamente tranquilo, charlando conmigo. Cuando llegamos a la estación, compruebao que el taxímetro marca 17.60 libras. Automáticamente, sin mirar, saco un billete del bolsillo y se lo entrego.

Conductor (furioso): “¡Esto son cinco libras!”.

Yo: “Ah, lo siento. No me he dado cuenta”.

Guardo el billete de cinco y saco otro de 20 libras, sin embargo, en este momento, el conductor ha apagado el motor del taxi, bloqueado las puertas y toma su teléfono. Por mi parte, le entrego el nuevo billete.

Yo: “mmm, aquí tiene”.

Conductor (gritando): “¡SIENTATE! ¡NO VAS EN NINGUNA PARTE!”.

Preocupado y confundido, me siento, mientras él llama a la policía, informando de mi error como si fuera un intento de robo. Después de colgar, pasa los siguientes minutos murmurando que no se puede confiar en los ingleses (como yo). Cuando llega la policía, sale del coche y comienza a despotricar. Solo puedo ver el rostro de una oficial, que no parece demasiado impresionada. Viene y me habla por la ventana.

Policía: “Mira, no me voy a andar con formalismos contigo. Pareces una persona respetable y este taxista suele llamarnos por teléfono, al menos una vez por semana, denunciando que alguien le quiere robar. ¿Puedes pagar?”.

Le muestro el billete de 20 libras y ella mira el taxímetro. A continuación pone los ojos en blanco.

Policía: “Bien. Cuéntame qué ha pasado”.

Yo: “Tengo otro billete en el bolsillo, de cinco libras. Sin prestar atención, lo saqué y se lo entregué”.

Ella pone los ojos en blanco de nuevo y sin decir una palabra, se gira hacia el conductor, quien toma mi dinero y me devuelve el cambio.

Yo: “Me está dando cambio de menos”.

Conductor (aparentando calma): “¡No es cierto!”.

Yo: “Me ha dado 40 céntimos y debería darme 2.40 libras”.

Ambos policías simulan la intención de revisar la documentación del taxi y el conductor, a regañadientes, me da las 2 libras que faltaban, antes de alejarse a toda velocidad. Los policías se encogen de hombros y van.

La ironía final de todo esto, es que él taxista también es inglés, como yo.

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