En Nueva York, el taxista es el dueño de las calles, llevando noctámbulos de acá para allá y sin embargo, nada de lo que pueda hacer servirá para alcanzar aquello a lo que aspira.
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El poder del taxista
En realidad, no existe ningún poder para el taxista en esas calles, muy poco se puede hacer para conseguir que esas mismas calles le proporcionen algún beneficio, desde las normas de tráfico y las incidencias del día a día en el trabajo, hasta el sueldo que sea capaz de llevar a casa.
La parte buena es que se pueden trabajar tantas horas, o tan pocas como se quiera.
Cada cual tiene en sus manos realizar turnos de trabajo que permitan dedicar parte del día a estudiar con el objetivo de aprovechar su trabajo conduciendo taxis para conseguir alguna cualificación con la que pueda acceder a otro trabajo diferente, mejor.
Nunca se debe olvidar que cada persona tiene en sí misma, el poder de cambiar su futuro.
Sin embargo, en la vida real, los conductores tienden a sentirse frustrados por la falta de control sobre su propio trabajo.
A menudo deben afrontar aumentos de tarifas de las empresas de taxis, sin que ellos mismos, los afectados, puedan decidir nada.
Las empresas de taxis aumentan sus tarifas cuando les conviene, por las fluctuaciones del precio del petroleo o del gas, o por lo que se les ocurra, de manera que, al aumentar los costes fijos, los conductores de taxi deben trabajar más horas, solo para llevarse el mismo dinero.
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Taxista y Glamour
En realidad no hay mucho ‘glamour’ en el negocio del taxi. Para conseguir más ingresos o aún mejor, más clientes, algunos taxistas creativos han tratado de impulsar su negocio, convirtiendo sus coches en una especie de discoteca a cuatro ruedas.
Con esta estrategia, al menos se puede conseguir que los pasajeros se sientan como si fueran el centro del mundo. Estos ‘disco taxi’ se están convirtiendo en tendencia popular, sobre todo en países asiáticos.
Sin embargo esta, como cualquier otra estrategia, tiende a pasar de moda rápidamente, por lo que, quien quiera aprovechar el carro que pasa (el que sea), debe aprovechar el momento.
La satisfacción del taxista
El día en que finalmente se llega a conocer cada centímetro de una ciudad, debe suponer una sensación gloriosa, pero lleva años alcanzar a ese punto.
Discutir sobre rutas de taxi con un nativo de la ciudad y ser capaz de ganar en la polémica, debe ser una sensación espectacular.
Estas sensaciones, se pueden presentar de diferentes maneras: ser capaz de ganar suficiente dinero durante el turno de trabajo, como para obtener un magnífico beneficio, conocer a un pasajero interesante, etc.
Cuidar con especial atención a ese pasajero y recibir una propina en agradecimiento a esa atención, hará sentirse especialmente satisfecho al taxista.
En todo caso, la mayor satisfacción llega al final de la jornada de trabajo.
Se ha trabajado duro, quizás se ha hecho algún amigo o, a lo mejor, se puede presumir de haber llegado al aeropuerto, cinco minutos antes que cualquier otro conductor, cualquier excusa vale para prepararse para la siguiente jornada de trabajo.
Estrés
Cualquiera que tenga la necesidad de conducir todos los días, sabe lo estresante que puede resultar el tráfico y la convivencia con otros conductores. Si además, se debe ganar la vida conduciendo un taxi, claramente se puede multiplicar ese mismo estres por un millón.
Ser taxista puede resultar un trabajo increíblemente estresante. Largas horas de trabajo, falta de movimiento corporal, problemas de espalda, tráfico, tarifas, pasajeros amenazantes y una increible cantidad de pequeños imprevistos pueden hacer mella en una persona.
Algunos taxistas deben trabajar hasta ochenta horas a la semana para ser capaces de llegar a fin de mes. Ochenta horas a la semana, acompañadas constantente con esos factores de estrés, son suficientes para volver loca a una persona.